Desde los primeros gorros hasta las actuales piezas de fibra de carbono, los cascos se han convertido en algo más que un elemento de seguridad, y hoy son la identidad de cada piloto.
El casco amarillo con las franjas verde y azul sobresale en medio del McLaren rojiblanco en la parrilla de salida del Gran Premio de México de 1988. Los aficionados no necesitan que el sonido local presente al dueño de la pole position. Ese diseño lo dice todo: es Ayrton Senna.
Y es que los cascos son la cara del piloto. Al mero estilo de un ídolo de la lucha libre y su único diseño de máscara, los pilotos escogen los colores que los han de representar.
Blanco, rojo y azul: Alain Prost. Rojo con letras blancas: Niki Lauda. Amarillo, con el logo de Ferrari en la frente: Ricardo Rodríguez. Así, podemos pasar horas.
Hoy visto como parte obligada del uniforme de un piloto, el casco tuvo una aceptación lenta, y su propia evolución parecía que no seguía el paso de la tecnología de los autos.
En los inicios de las competencias, los pilotos utilizaban gorros de tela que servían más para detener sus cabellos y evitar que terminaran manchados de aceite, que como protección. Poco a poco los gorros de tela fueron mutando a los cascos de piel, acompañados de lentes que evolucionaron en goggles.
Después de la Segunda Guerra Mundial, los cascos metálicos similares a los de los soldados inundaron las parrillas de salida y esa adopción, abrió la puerta a un nuevo elemento de seguridad.
Fue en 1953 cuando se hizo obligatorio el uso del casco, y para la década de los 60s aparecieron los primeros fabricados con cartón prensado. Antes de que llegaran los 70s ya se producían en fibra de vidrio, lo que aumentó su dureza y la oportunidad de hacerlos aerodinámicos.
Fue Jim Clark quien popularizó los cascos abiertos pero que protegían las orejas (muy parecidos a los de motocliclistas, incluso con una pequeña visera), y con una correa que iba por debajo de la barba.
Aunque uno de los mayores revolucionarios fue el estadounidense Dan Gurney (el mismo que inventó la ala Gurney, ese alerón trasero que brinda mayor agarre), quien en 1968 se presentó al Gran Premio de Alemania (Nürburgring) con un casco negro totalmente cerrado, fabricado por Mark Bell.
Luego de ese avance en la seguridad, sorprendió que en el Gran Premio de Bélgica Leo Kinnunen (quien fuera coequipero de Pedro Rodríguez en Daytona) se presentara con un caso abierto y goggles. El piloto del Surtees Racing afirmaba que el casco integral no le dejaba respirar bien y que le resultaba más pesado. Leo se convirtió en el último piloto de F1 en utilizar un casco abierto.
Para 1980 se dio otro gran salto en cuanto a la seguridad de los pilotos con la inclusión del kevlar a la producción de los cascos. Junto con la fibra de vidrio y diversos polímeros brindó de ligereza y dureza a este importante aditamento. Hacia el final de la década, se implementó un rudimentario sistema de radio de dos vías, que ayudó a tener comunicación permanente con los pilotos.
En 1994 se dictaminaron estándares en la producción de las diversas marcas. La llegada de la fibra de carbono, con el nuevo milenio, significó otro gran paso en cuanto a rigidez y fue en 2003 cuando el uso del casco se unió al dispositivo HANS, que lo asegura de mejor manera al resto del cuerpo del piloto, para evitar el efecto de “latigazo” en caso de un golpe (principalmente frontal) de mayor intensidad.
Fue en los primeros años de este siglo cuando los cascos comenzaron a tener diversas líneas aerodinámicas, lo que permite un mejor flujo de aire, que a menudo trabaja en comunión con todo el monoplaza.
Hoy, los cascos, de unos tres kilos de peso, no son sólo un aditamento de seguridad, sino que se convierten en parte importante de la aerodinámica de todo el formula, e incluso los pilotos los personalizan para rendir homenajes, celebrar fechas importantes o simplemente divertirse con los diseños.
En la actualizad, algunos de los pilotos que utilizan sus cascos para dar mensajes en pro de diversas causas sociales, o simplemente celebrar acontecimientos, como lo son: el siete veces campeón mundial Lewis Hamilton, Daniel Ricciardo, Lando Norris y el cuatro veces monarca Sebastian Vettel.
Incluso Sergio Pérez luce cascos especiales para los Grandes Premios de la Ciudad de México, Austria e Inglaterra, y es casi un hecho que en el FORMULA 1 GRAN PREMIO DE LA CIUDAD DE MÉXICO Presentado por Heineken del 28 al 30 de octubre, en el Autódromo Hermanos Rodríguez, podamos ver una nueva versión de su aditamento, que por cierto, tiene gran influencia de otro gran ídolo mexicano: Adrián Fernández.