* De un aro de madera a una pieza llena de semiconductores y programación, los volantes de Formula 1 son uno de los elementos que mayores cambios han sufrido en estos 70 años.
Cuando Lando Norris ganó el Gran Premio de Australia, en marzo, se sumó a la lista de pilotos que han sido premiados con un trofeo único, sencillo y lleno de clase: una representación estilizada del volante del Cooper-Climax T51 de 1959 que manejaba el australiano Sir Jack Brabham.
Esa pieza nos recuerda la mayor de las simplezas de un volante. En esos primeros años de la categoría, se trataba de un aro de madera, con tres brazos de metal, que tenía como única función el guiar a los poderosos monoplazas.
Carecía de sistemas de enganche y desenganche, radiocomunicación y mucho menos botones que graduaran mezclas o ángulos. Era, simplemente, un volante.
Pero como la mayoría de los elementos en la cúspide del automovilismo mundial, los volantes han evolucionado, y hoy se trata de auténticas piezas de ingeniería y programación, computadoras que requieren mayor atención por parte de los pilotos y un alto grado de tecnología.
En los 50s, los volantes tenían una gran circunferencia, pues los autos carecían de dirección asistida, por lo que su gran tamaño obedecía a la necesidad de ampliar el radio de giro. Con la llegada de la dirección asistida los volantes redujeron su tamaño y permitieron los cockpits se redujeran, mejorando la aerodinámica de los autos.

Se fue la madera y el metal y llegó el plástico. Se forró con piel o gamuza y brindaba un mayor agarre a los pilotos.
Fue en la década de los 80s cuando el volante sus primeros cambios mayores. Con la llegada del motor turbo aspirado, se le incorporaron botones de encendido y apagado del turbo. Vino la llegada de la comunicación por radio entre el piloto y su pit, y se agregó un botón más al volante, con la tecnología “push to talk” (presionar para hablar).

El tamaño se redujo y se añadió un sistema de acoplamiento, para montar y desmontarlo (de fácil liberación), lo que permitía un mejor acceso al reducido cockpit.
Ese sistema ha mejorado, pero continúa hasta nuestros días, y de no ajustarse a la perfección puede causar sustos, como el que vivió Fernando Alonso en el Gran Premio de Baréin, donde el timón se desmontó de la dirección y el español se quedó con él en la mano. Afortunadamente la experiencia del asturiano le permitió volver a colocarlo y llegó a pits.
Fue a partir de los 90s cuando el volante se convirtió en una computadora. El auge de la telemetría y la programación informática hizo que se agregaran botones de ajuste de control de tracción y limitador de velocidad en pits. Con tantos mandos y para dar mayor confort al piloto, el volante dejó de ser redondo y tomó forma rectangular.
Cuando la Formula 1 introdujo las transmisiones semiatomáticas, se incorporaron las paletas de cambios detrás del volante, con lo que perdimos auténticas clases magistrales como la de Ayrton Senna en Mónaco al llevar el volante con una sola mano, pero se ganó precisión y se aumentaron los récords por vuelta.
Con la llegada del nuevo milenio, el volante continuó su evolución al incorporar luces LED que simbolizan las revoluciones del motor e indican el momento exacto para realizar el cambio de marcha. Se fue el plástico y los nuevos mandos se fabrican en fibra de carbono, lo que mejora su dureza, pero elimina peso.
En 2014 se incorporó una pantalla con múltiples indicaciones, mapas de ajustes y una infinidad de botones que permiten ajustes de mezclas, presiones, radio y casi todo lo que pudiéramos imaginar, además, la colocación de cada botón es única para cada piloto.
La medida de la pantalla es la misma para los 20 pilotos, y es desarrollada por McLaren. Se dice que cada programación incorpora más de 100 páginas de información en pantalla.

Así, el tradicional y elegante volante ha quedado -casi- en el pasado, y sólo lo podemos ver una vez al año, en el pódium de Australia, como el trofeo que se da a los mejores tres pilotos del Gran Premio.
